El amor de las mascotas.
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Fuente: revista CUERPOMENTE
Convivir con un animal puede ser toda una lección de vida. Con su alegría e incondicionalidad no solo hacen compañía y refuerzan la autoestima sino que ayudan a sentirse relajado y a abrirse a los demás.
Los animales domésticos pueden dar a las personas mucho más de lo que se suele pensar. Su sola presencia, su compañía, es ya un regalo que quienes han convivido con un animal conocen bien. No solo saben estar, quedarse un rato con alguien simplemente por permanecer ahí, sino que son capaces de comunicarse a un nivel instintivo y emocional para el que no se requieren palabras y que puede resultar muy terapéutico. Además de ofrecer compañía, generar mimos y transmitir alegría, muchos de ellos tienen la habilidad de hacer que las personas se sientan queridas y necesarias, a la vez que les invitan a desarrollar su capacidad de dar. Y es que con ellos resulta a veces más fácil expresar el cariño que con las personas y se aprende a abrirse a otros seres vivos de forma tranquila y desinteresada.
Médicos especialistas, psicólogos, educadores y terapeutas internacionales y nacionales se reunieron recientemente en Barcelona en el VIII congreso «Animales de compañía, fuente de salud », organizado por la Fundación Affinity, con el objetivo de analizar y dar a conocer esos y otros beneficios que los animales de compañía pueden aportar al ser humano y a la sociedad. Actualmente ya nadie duda de que son muchos esos beneficios, tanto físicos como psicológicos, e incluso de que pueden constituir una inestimable ayuda en el tratamiento complementario de diversas enfermedades. Aunque se han realizado numerosos estudios sobre esta materia, es ahora cuando comienza a extenderse su aplicación.
«El contacto con un animal y la interacción con él provee beneficios terapéuticos que van desde el alargamiento de la expectativa de vida hasta la reducción del estrés y de la presión sanguínea. De hecho, los pacientes deprimidos vuelven a sonreír, se estimula a las personas que tienen timidez patológica y se ayuda a controlarse a las personas con un trastorno de control de los impulsos», señala Miquel Roca, presidente del Comité Científico del congreso y profesor titular de Psiquiatría de la Universitat de les Ules Balears.
SENTIRSE ACEPTADO
Sin embargo, quizá el punto clave de la interacción con los animales, ya sea en la cotidianeidad o en terapéutica, reside en que ayudan a la persona a aceptarse tal como es. Los animales no juzgan, no se burlan, no son crueles y no riñen ni castigan, no les importa si alguien tiene sobrepeso, si no parece simpático, si no es inteligente o si no tiene éxito en la vida. Los animales aceptan a la persona e incluso le emiten señales de ánimo cuando no se encuentra en el mejor momento.
«Esta aceptación crea un feedback positivo según el cual las personas van sintiéndose cada vez más aceptadas, aumenta su autoestima y empieza su camino hacia la recuperación en compañía de su especial compañero», añade Miquel Roca.
Las mascotas contribuyen asimismo al bienestar físico. Así lo corrobora un estudio realizado en la Universidad de Búfalo (Estados Unidos) en el que se señala que la presencia de un animal, en especial el perro o el gato, puede bajar los niveles de presión sanguínea y la frecuencia cardiaca.
ESTRÉS A RAYA
«Hay una reacción química que permite que esto ocurra. Pero, además, es fácil disfrutar de la compañía de las mascotas, especialmente porque no nos recuerdan qué hemos olvidado hacer, o no nos hablan incesantemente ni se quejan sobre el día. También es hermoso llegar a casa y que alguien se alegre tanto por verte, incluso aunque haga cinco minutos que te hayas marchado », recuerda Ten Pichot, psicoterapeuta y trabajadora'social que dirige el proyecto «Therapy dogs online».
Así, una mascota tiene su forma de cuidar estando presente. Eso puede explicar que con ellos las personas se relajen y la presión arterial disminuya. Además, hacen reír y con la risa se segregan endorfinas, hormonas del placer. «Los animales ofrecen momentos maravillosos de humor en el día a día. Nos recuerdan que hay que hacer un descanso de los momentos estresantes como pagar las facturas, limpiar la casa o lidiar con los problemas cotidianos», afirma Pichot.
Por otro lado, tener una mascota, en especial un perro, es bueno para mantenerse activo, ya que empuja a moverse, a pasear y a jugar. De hecho, según los estudios realizados en la misma universidad, los dueños de perros caminan más que el resto de la población, al menos en las zonas urbanas. No hay que olvidar que el ejercicio es una buena forma de mantener el estrés a raya, gozar de buena salud, ser más positivos y más humanos.
DESARROLLAR EMPATÍA
Y la humanidad es, paradójicamente, una de las lecciones que pueden enseñar los animales al ser humano. Tienen la capacidad de percibir el estado de ánimo de sus dueños. Observándolos y relacionándose con ellos se puede aprender a desarrollar la empatía.
En la infancia se aprende a ser empático gracias a la interacción con otras personas y a los modelos de comportamiento que se tiene alrededor (padres, hermanos, amigos, profesores, etc.). Sin embargo, «el hecho de convivir con animales permite a los niños aprender a leer el lenguaje no verbal, comprender las necesidades básicas y de cariño que tenemos todos los seres vivos independientemente de nuestra especie. Las pequeños aprenden a no juzgar basándose en la diferencia y a proteger a los que son más débiles», afirma Miquel Roca.
Este psiquiatra recuerda, además, que «los animales estimulan nuestra capacidad de dar, nos vuelven menos egoístas. El mejor ejemplo lo tenemos de nuevo en los niños, que a través de una enseñanza e instrucciones sistemáticas pueden aprender que también se puede dar alegría al tener consideración hacia otro ser vivo y al hacerse responsable de este. Se consigue una integración de los niños mediante el trato y los juegos. Aprenden lo que en el vocabulario moderno se conoce por competencia social».
CATALIZADORES SOCIALES
Otro beneficio que se atribuye a los animales domésticos es que pueden actuar como catalizadores sociales. Su presencia aumenta la comunicación en las familias, en las residencias de personas mayores, en los paseos diarios...
«E! hecho de brindarnos su amor incondicional sin juzgarnos contribuye a aumentar la autoestima: los animales hacen que nos sintamos queridos independientemente de nuestro aspecto físico, situación económica, intelecto o habilidades sociales», asegura Nuria Querol. Eso contribuye a evitar el aislamiento. De hecho, en estudios que comparan las interacciones (saludos, conversaciones breves o sonrisas) entre viandantes y personas discapacitadas con un perro y sin perro, se ha visto que los transeúntes se comunican hasta ocho veces más si a la persona discapacitada le acompaña un can.
También existen programas para niños con dificultad lectora que leen acompañados de un perro: dado que este no se ríe de ellos si se equivocan o se ponen nerviosos, los niños mejoran notablemente su capacidad lectora y aprenden a superar el miedo a leer en público.
MENOR AGRESIVIDAD
La compañía de un animal también puede disminuir la agresividad. En un estudio presentado en el congreso organizado por Affinity, un grupo de presos de la cárcel de Alcalá Meco asistió a varias sesiones de doma natural. «La población penitenciaria suele esconder sus sentimientos y emociones, se relacionan con los demás mediante el poder. Algunos incluso lo han aprendido desde niños», asegura Nuria Querol. Gracias al experimento, los presos vieron que era posible comunicarse de otra manera (con empatia, cariño, paciencia y ternura) y que es la manera válida de comunicarse.
En algunos programas de ayuda humanitaria se enseña a los niños a reconocer emociones y necesidades de otros seres vivos a través del trabajo con animales. «Sin darse cuenta, todo lo que aprenden aplicado a los animales lo extrapolan a su relación con otros niños, con lo que mejora la comunicación en clase y disminuye la agresividad», afirma la experta.
RESPETO Y RESPONSABILIDAD
Muchas personas se preguntan sí su amor hacia su animal de compañía es desmesurado. El psiquiatra Miquel Roca hace referencia a un libro muy conocido:
Todas las criaturas grandes y pequeñas, de James Herriot, en el que un joven veterinario rural narra el comienzo de su carrera profesional en Inglaterra. Su amor desmesurado por los animales le llevó a perder toda consideración por las personas. «Son pocos los casos de exceso de amor o amor problemático hacia los animales. También podríamos preguntarnos si existe el amor desmesurado hacia las personas. Todos los excesos suelen ser nocivos», reflexiona Roca. La relación con un animal, aparte de basarse en el amor, debe construirse sobre el respeto, la coherencia y la educación, para poder darle calidad de vida y que tanto el animal como las personas disfruten de la convivencia.
Por último, es importante resaltar que no todo el mundo puede responsabilizarse de una mascota. Para que la convivencia fluya y la experiencia sea gratificante, hay que asegurarse antes de que se dispone del tiempo y de la voluntad para hacerse cargo de sus necesidades y prestarle la atención que merece. También es conveniente que toda la familia se implique. Según Luis Ferrer, catedrático de Cirugía y Producción Animal y miembro del Patronato de la Fundación Affinity, «un perro puede mejorar notablemente el bienestar de una familia. Sin embargo, no son raros los casos en que la introducción de un perro en una familia acaba en un fracaso, materializado, casi siempre, en la forma de un abandono». Pero si se siguen los consejos de los expertos, la experiencia nos marcará positivamente para siempre.
Para que la convivencia con el animal fluya, hay que asegurarse de que se dispone de tiempo
y voluntad para atender sus necesidades y prestarle atención.
LA CONVIVENCIA CON LOS NIÑOS
Cuidado compartido. Los animales de compañía pueden convertirse en una bonita oportunidad para que los niños experimenten cosas tan importantes como la responsabilidad, la empatia y el amor. Sin embargo, no se puede esperar que los pequeños sean los únicos que cuiden a las mascotas, ya que estas necesitan la responsabilidad del adulto para poder cubrir todas sus necesidades, atenciones médicas, etc. Los niños pueden participar en esos cuidados, pueden comprender qué necesitan sus mascotas y cómo se sienten, mientras los padres supervisan las atenciones y asumen las tareas para las que los niños no están preparados.
Enseñar a valorar. Las mascotas se convierten con frecuencia en sus coetáneos. Juegan con ellas y les hablan como si fuesen un hermano menor. Es posible que los niños crean que su mascota piensa y siente como ellos. Los padres tienen que vigilar atentamente para asegurarse de que sus hijos aprenden y toman conciencia de que el animal no es un juguete y que tiene sus propios gustos y necesidades.
MÁS VENTAJAS QUE SACRIFICIOS
Los sacrificios que exige tener un animal se ven compensados con creces por las ventajas, que se han comprobado en múltiples estudios:
Ventajas físicas. Los animales pueden acelerar la recuperación de enfermedades, estimular la actividad física y disminuir la presión arterial y la frecuencia cardiaca.
Ventajas psíquicas. Actúan de soporte emocional, como alguien en quien se puede confiar y a quien se puede hablar, lo que mitiga los sentimientos de soledad. Estimulan el sentido del humor al entretener de forma desinteresada.
Ventajas sociales. Favorecen la interacción de sus dueños con otras personas y el encuentro de nuevas amistades. Ejercen un efecto positivo sobre la comunicación en general.
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